ANANAS ANANAS: LA EXPERIENCIA EFÍMERA DE LA COMIDA COMO ARTE
Por: Daniela Gutiérrez y Sarah Gore Reeves
Fotografía: Juan Hernández
La mesa es uno de esos lugares que están repletos de reglas, desde que somos pequeños y se nos repiten frases como “no subas los codos ahí”, hasta que llegamos a una cena en nuestra adultez e intentamos averiguar con qué tenedor comer la ensalada.
Ananas Ananas, un estudio de arte comestible fundado por Verónica González y Elena Petrossian, busca romper las barreras impuestas alrededor de la comida y utilizarla como un lenguaje universal para conectar a las personas. Su enfoque se basa en crear instalaciones comestibles y experiencias gastronómicas que inviten a la audiencia a interactuar con la comida de manera multisensorial y experimental.
Desde 2019, estas artistas han producido obras para exposiciones, inauguraciones y espacios artísticos y comerciales. Su compromiso va más allá de la creación artística, ya que se dedican a repensar los sistemas de producción de alimentos y a destacar acciones reales y significativas contra el desperdicio de comida. A través de la deconstrucción del espacio de la alta cocina, buscan sumergir a la audiencia tanto a nivel individual como colectivo en la comida que consumen.
Cuando les pregunté sobre la inspiración detrás de la fundación de Ananas Ananas, González y Petrossian me explicaron que todo comenzó como una expresión de su ideología. Para ellas, la comida es un lenguaje universal y querían crear escenarios en los que utilizaran la comida como puente para derribar las barreras impuestas por nuestra sociedad en cuanto a "cómo debemos comer".
Sin embargo, lo interesante de su trabajo es que todas estas experiencias son intencionalmente temporales. ¿Cómo logran equilibrar la naturaleza efímera de sus experiencias con la creación de impacto y recuerdos duraderos para su audiencia? Según las artistas, sus instalaciones están diseñadas para ser apreciadas en el momento presente, pero generan preguntas y reflexiones que permanecen en la mente de quienes las experimentan. El público se detiene a pensar en lo que realmente están comiendo, en el origen de los alimentos, en el proceso y esfuerzo que se requirió para tenerlos frente a ellos. Estos pensamientos enriquecen la relación de las personas con la comida y generan una conexión más profunda.
A pesar de la efímera naturaleza de estas experiencias, lo que más disfrutan Petrossian y González es el momento en que todo termina. Solo quedan restos de tortilla, migas y manchas. Esa, afirman, es su parte favorita de todo el proceso. Cada experiencia es como una obra de arte fugaz, destinada a ser disfrutada de manera consciente y a facilitar momentos íntimamente presentes. En un mundo donde lo efímero es olvidado con facilidad, las creaciones de Petrossian y González perduran en el paladar y en la memoria de quienes las tienen la fortuna de probar.