DE LA TRANGRESIÓN A LA MELANCOLÍA: LA TRAYECTORIA DE PEDRO ALMODÓVAR
Por: René Villaseñor García
Imágenes: cortesía del artista
Tómate esta botella conmigo, y en el último trago nos vamos cantaba Chavela Vargas a través de una televisión con caja al final de La flor de mi secreto. Una suave guitarra acompaña la melosa voz de Caetano Veloso interpretando Cucurrucucú Paloma en alguna fiesta pomposa de Madrid en Hable con Ella. O la misma Penélope Cruz, con lágrimas en los ojos, cantando al son del flamenco Volver con la frente marchita al reencuentro con su pasado en Volver.
Con estas melodías entramos a un universo que le pertenece a las mujeres. Muchos son los nombres que forman esta lista; Marisa Paredes, Carmen Maura, Victoria Abril, Rossy de Palma, Miguel Bosé, Lola Dueñas, Gael García Bernal y muchas más chicas Almodóvar. La historia del cine del director es esa de una España subterránea, la que se encuentra a los márgenes de la sociedad. Entre cloacas y cruces cristianas que han adornado las calles de Madrid desde la inquisición.
La voz de Almodóvar es aquella que se esconde debajo de la máscara del franquismo, de la normalidad, esa voz que reivindica la historia queer hispana. Nacido un día como hoy por allá del 1949 en La Mancha, el director español creció en un ambiente femenino, criado por su madre y sus hermanas, que indudablemente, han tenido el mayor impacto en el cine del español. Estas primeras chicas Almodóvar se regodean frente a la cámara a través del cuerpo de Carmen Maura en Volver e inclusive de Gael García Bernal, rodeado de escuelas católicas, en La Mala Educación.
El mundo Almodóvar se ve compuesto por diferentes etapas que han acompañado al cineasta en su crecimiento y desarrollo personal. La más lejana a la actualidad sería entonces aquella de rebeldía, una vida punk que carecía de razón pero no de objetivo; que ya demostraba el lineamiento juvenil que acompañó a la caída del franquismo. De esta época transgresora de Almodóvar se puede destacar Entre Tinieblas (1983), en la que una artista de cabaret —Cristina Sánchez Pascual— entra a un convento de monjas para huir de una pandilla que trafica heroína pero se encuentra con la sorpresa de que las monjas de este convento son drogadictas. La Ley del Deseo (1987), retrata a un director de cine —Eusebio Poncela— que se encuentra realizando un nuevo monólogo para su hermana transgénero —Carmen Maura—, en este proceso, un atractivo joven —Antonio Banderas— se enamora con pasión desenfrenada del director. En este filme encontramos una de las primeras películas de habla hispana con personajes homosexuales y transexuales como personajes completos y no como una simple renderización unidimensional.
La Ley del Deseo marcaba así pues el paso del manchego a un cine más formal en cuanto a la técnica, y el uso de colores tan representativo del director mostraba ya sus primeras versiones. Al año siguiente, en el 1988, Almodóvar se plantaba frente al podio tras el éxito que fue Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios. En esta maravillosa comedia, el director mostraba un cambio de la liberación sexual de sus personajes, a la neurosis que humaniza sus historias y que convierte a Almodóvar en el melodramático empedernido que conocemos hoy en día. Tacones Lejanos lo catapultó a la esfera de cine internacional; con una narrativa que pasaba de lo lírico a lo cromático en donde es a través del diseño de arte que las historias se irán desarrollando. Con un Miguel Bosé de género fluido, abogado de día y drag queen por la noche, la historia conserva lo que identificó al cineasta desde sus inicios; la representación humana y sensible de la vida queer.
“Los papeles femeninos son los que más me interesan […] como elemento dramático, la mujer reúne muchas más cualidades, la mujer tiene mucha más capacidad de sorprender, la mujer ha guardado secretos a lo largo de la historia” menciona Almodóvar en una entrevista. Esa es la mejor manera tal vez de describir la última y actual etapa del manchego como cineasta y relator. Lo que lo ha caracterizado por los últimos 30 años, esas historias melancólicas, de encuentros y reencuentros; con madres, hermanas, amores contrariados, pero siempre con el pasado. Ganadora del Oscar a mejor película extranjera, Todo Sobre mi Madre, nos deleita con la tragedia de la pérdida y la conciliación de esa pérdida. Con esta carta de amor hacia La Madre, Pedro constituye en su discurso melodramático la compasión por la desgracia, por el acto de dejar ir. Con el Oscar, también llegaron propuestas millonarias de Hollywood para el director pero que prefirió seguir explorando la vida en España.
En el 2004 Almodóvar regresa al pasado con La Mala Educación, filme que hasta el momento representaba el proyecto más personal del cineasta. Retratando una crianza católica, este relato amargo protagonizado por Gael García Bernal, da luz al sufrimiento infantil que el manchego experimentó. La madurez de sus últimos filmes representa a un Almodóvar al que no le perdonaron nada los años, que miraba atrás con el propósito de ir adelante. En Volver (2006) Carmen Maura interpreta a la madre fantasma de una Penélope Cruz que ha su vez es madre soltera y que ha sufrido del maltrato familiar tan presente en Iberoamérica.
Esta mirada al pasado continuó a la década del 2010 con Dolor y Gloria (2019). Aquí la retrospectiva es definitiva y vemos una pseudo autobiografía de Almodóvar. En esta agridulce presentación de una vida, el director se permite buscar el significado entre lo que es ser artista y crear algo con lo vivido. De esta misma búsqueda de algo o alguien que establezca una conexión inefable con el pasado, y que este regrese más fuerte que nunca; con el mismo amor y con los mismos colores. Una búsqueda que de asilo a la eterna necesidad de crear.
Esta mitología de lo subterráneo acompañará por siempre a Pedro Almodóvar, el mismo que estalla polarizante entre la cantidad infinita de audiencias. El que nos muestra en un espejo, de colores vibrantes y gritos ahogados, la experiencia de vivir al margen, como madre, como mujer, como homosexual; el cine de Almodóvar es ese reflejo que con una lágrima en la mejilla nos permite cantar Yo quiero ser una chica Almodóvar y no parar de viajar del invierno al verano, de Madrid a New York, del abrazo al olvido…