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EL PODER DE LA ADAPTABILIDAD SEGÚN IRENE AZUELA

Editora: Sarah Gore Reeves
Fotografía: Karla Lisker
Por: Daniel Zepeda

Si tuviéramos que describir a Irene Azuela con una palabra, tendría que ser “reinvención”. Su multifacética y dinámica vida la ha llevado a desarrollar un equilibrio en la vorágine de la actuación. El teatro, como un universo pasional, define a cada obra como una experiencia única que demanda no solo habilidades artísticas, sino también un compromiso total de tiempo y energía. Sin embargo, cuando este se entrelaza con la maternidad, el compromiso adquiere una dimensión aún más profunda, en la que el equilibrio entre lo personal y lo profesional encuentran una cohesión particular que rompe cualquiera de los modelos preconcebidos.


En una íntima conversación, M Revista de Milenio se sumerge en el universo de Azuela, explorando la mirada disciplinada de la actriz mexicana.


Sabemos que tienes un amor por el teatro. ¿Qué te atrajo de la interpretación teatral frente a otras formas de vivir la actuación?

Fue lo primero que conocí. Desde niña mis padres me llevaban al teatro, ahí vi muchos musicales y luego tuve la fortuna de que mi abuelo paterno me presentara el teatro dramático. Entonces, me acerqué de manera natural. Me parece que el espacio teatral es muy poderoso, y en una época en donde la inteligencia artificial nos amenaza a todos, creo que estos espacios de experiencia presencial van a ser vitales.


En comparación con papeles para la pantalla, ¿cómo te preparas para una obra de teatro?

Sin duda es un acercamiento distinto. Se necesita tiempo, sobre todo en el caso de una obra musical, porque hay que montar las coreografías y las canciones, y por otro lado, ir descubriendo las escenas en los ensayos del día a día. En el caso del Emcee de Cabaret, fue un proceso que tuvo como punto de partida el enigma. Es decir, teníamos ciertas ideas de qué queríamos hacer con este personaje, pero lo fuimos descubriendo durante el proceso de ensayos. El Emcee funciona como una especie de testigo, como un viajero en el tiempo que conoce lo que va a pasar, no solo en esta historia, sino también en la trayectoria de la humanidad. Debía ser un personaje que estuviera observando constantemente la escena y comentando con un tercero, el público, lo que sucede dentro de la historia.


Háblanos de Cabaret. ¿Cómo llegó la obra a México? ¿Por qué consideras que es importante tener este tipo de obras en el país?

Cabaret es una de las obras favoritas de Claudio Carrera, el productor, y Tina Galindo, en paz descanse. Ellos tenían los derechos desde hace muchos años. Claudio cuenta que Tina no quería dejar ir los derechos de la obra nunca, porque sabía que iba a encontrar el momento perfecto para que se volviera a montar en México.


Esta obra tiene una relación directa con el mundo. Es decir, cuando se monta en escena, siempre coincide con que se está en un periodo políticamente complicado que prácticamente está jodiendo a la humanidad. En este caso, coincide con el conflicto entre Israel y Hamas, y en general todo lo que está sucediendo en el mundo. La historia sucede en la época de los treinta, acaban de salir de la Primera Guerra Mundial y las condiciones de miseria son durísimas. Es increíble pensar que sigue existiendo un discurso parecido. Cabaret subraya esto.


Es un poco apabullante estar interpretando esta obra que demuestra que el mundo puede estar muy jodido, pero siempre hay que recordar que la vida es un cabaret. Ese discurso me resulta muy atractivo porque tiene que ver con vivir el presente, con abrazar tu propia identidad, con ser uno mismo, y pienso que eso siempre va a ser importante decirse y recordarse.

¿Cómo compaginas las exigencias de la actuación con otros aspectos de tu vida, como ser madre?

Es difícil compaginar este trabajo con una vida más común. Ahora que estoy de jueves a domingo en el teatro, es tan exigente y demandante la obra, que al día siguiente no quiero moverme, no quiero salir de mi cama en varias horas, pero hay que levantarse a llevar a mi hija a la escuela, hacerle el desayuno y estar con ella. Esto me hace muy feliz y me cuesta trabajo a la vez, porque al cortar el sueño después de haber tenido dos funciones seguidas un sábado, al día siguiente estoy hecha un trapo. Pero me encanta ser madre, me parece que la experiencia de ser mamá es una de las experiencias más formativas y que más me alimentan en la vida. Gracias a eso puedo llegar de manera mucho más íntegra a mi trabajo, más comprometida. Creo que la maternidad me ha ayudado a priorizar lo que realmente es importante.


Hablando de maternidad, ¿qué nos puedes decir de Dante y Soledad? ¿Cómo fue la experiencia de interpretar un papel que tiene una visión de la maternidad diferente a la que tuviste con tu hija?

Dante y Soledad es una película que hice hace varios años con mi amiga Alexandra de la Mora. La filmamos en tres semanas, con un crew de 15 personas, usando a la segunda hija de Alexandra como actriz. Es la historia de una pareja y de cómo la llegada de su recién nacida los transforma. Se explora cómo la maternidad atraviesa a la protagonista y la obliga a hacerse preguntas que antes no se había hecho, se inventa una nueva identidad. Es una película en donde todo sucede de manera muy sutil, suave e íntima, y nos parecía interesante retratar lo que nos sucede a las mujeres cuando recibimos a esa vida en nuestras manos y al mismo tiempo estamos volteando a ver, desde la ventana en nuestras casas, al mundo exterior, pensando que la vida también está allá afuera.

Esta película surge de la inquietud. Es un proyecto que nosotras provocamos, que nosotras vimos nacer, que echamos a andar y que ahora estamos a punto de parir con 50 copias en salas.


La Ciudad de México es una nueva incubadora de teatro y jóvenes dramaturgos emergentes, ¿por qué crees que ocurre esto?

Es una ciudad vibrante, moderna, que todo el tiempo se está reinventando. Somos felices los que vivimos aquí, aunque lo odiemos al mismo tiempo. Hay una serie de contradicciones que ofrece la ciudad que creo le vienen muy bien al arte y a la creatividad. Es una de las cunas de la cultura más importantes a nivel nacional e internacional, entonces el teatro por supuesto que se alimenta de todo esto. Queremos más de la iniciativa privada, queremos más apoyo del Estado y creemos que siempre va a valer la pena apostar por una agenda cultural robusta, porque habla de quiénes somos como individuos.


¿Tienes algún proyecto a futuro que quieras compartirnos?

Hice la primera temporada de una serie, una adaptación de la novela Como Agua para Chocolate, la filmamos el año pasado y está muy próxima a estrenarse en HBO Max.


Para ti, ¿qué significa pensar fuera de la caja?

Si pienso en la caja, pienso en convenciones, en formas estrictas de ser. Y en ese sentido, creo que la invitación a estar fuera de la caja tiene que ver con dejar de seguir esas reglas. Supongo que tiene que ver con un límite, y cuando te sales de esa caja, dejas a un lado el límite y le das paso a la creatividad. Me considero una persona que piensa fuera de la caja. Creo que para dedicarse a la ficción tienes que pensar de manera libre, para poder observar el comportamiento humano y después retratarlo; no pensar que hay una sola posibilidad, sino miles de posibilidades de acercarte a una idea.


Editora: Sarah Gore Reeves 

Fotografía: Karla Lisker

Maquillaje: Roberto Sierra con productos de MAC COSMETICS 

Pelo: Ernesto Vargas con productos de Redken 

Video: Eugenio Rubio León para Penta Films 

Asistente de fotografía: Javier Pérez 

Asistentes de styling: Daniel Zepeda y Gabriela Vilchis 

Locación: Arena El Adobe 

La actriz mexicana comparte su enfoque hacia la actuación teatral, revelando cómo compagina las exigencias del escenario con su papel como madre.

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