ELENA REYGADAS: ENTRE MIGAJAS Y SABORES
Por: Daniela Gutiérrez
Fotografía: Karla Lisker
Nacida en Ciudad de México en 1976, Elena Reygadas se ha dedicado a las artes culinarias durante los últimos veinte años. Considera que los restaurantes son plataformas que apoyan la producción sostenible de alimentos y que promueven la comunidad y el intercambio. Rosetta, su famoso restaurante situado en el corazón de la colonia Roma Norte de Ciudad de México, se ha convertido en una visita obligada tanto para la población local como para los visitantes internacionales.
Sin embargo, la visión culinaria de Reygadas trasciende los límites de Rosetta y de sus otros establecimientos —Lardo, Café Nin y Bella Aurora—. Es en la panadería donde encontró una conexión tangible con la comunidad. Lo que comenzó como el deseo de crear su propio pan para su restaurante, se convirtió rápidamente en una panadería completa, atrayendo a establecimientos vecinos que buscaban comprar sus bienes horneados. La panadería se convirtió en un punto de encuentro, un centro donde personas de la colonia y de más allá podían converger y compartir su amor por el pan.
Desde la declaración de la cocina mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2010, su popularidad ha ido en aumento. Encuestas recientes en Estados Unidos muestran que entre las generaciones más jóvenes, la cocina mexicana se ha vuelto incluso más popular que la italiana.
Hay dos cosas que marcaron profundamente la infancia de Elena Reygadas y moldearon gran parte de lo que es hoy en día. La primera de ellas fue el papel fundamental que la cocina desempeñaba en su familia como generadora de convivencia. Desde pequeña, aprendió que la mejor manera de reunir a sus seres queridos era a través de la magia de la gastronomía.
La segunda experiencia que definió su vida fue la oportunidad de recorrer México junto a sus padres y hermanos, explorando cada rincón del país y saboreando las delicias más insólitas. Sus padres siempre fueron personas sociables y su madre disfrutaba ser anfitriona, especialmente para su extensa familia. Y, por supuesto, en cada reunión familiar, la comida siempre ocupaba un lugar central. Cada plato era una invitación a deleitarse y a compartir.
La trayectoria culinaria de Elena es un testimonio del poder de la influencia familiar, la pasión y la búsqueda de la excelencia culinaria. Con su inquebrantable compromiso con las prácticas sostenibles y su capacidad para reinventarse continuamente, ha dejado una huella indeleble en la escena culinaria mexicana. A medida que siga inspirando y defendiendo el papel de la mujer en el sector, su legado seguirá dando forma al futuro de la gastronomía en México y más allá de sus fronteras.